jueves, 10 de noviembre de 2011

El Karma de afeitarse las huevas

Emulando a Ivan, recuerdo el día en que, solo en el baño, desnudo, mirando hacia abajo, donde se erigía oronda la fábrica de pela'os (muchachos), con la melena del pubis parecida a la cabellera del astro del fútbol el Pibe Valderrama, adornando las pelotas en la parte de arriba. Observé ensimismado como se veían bacanas (estupendas) las huevas (testículos) camufladas en medio de la selva de pelos naturales.


Con la máquina de afeitar amenazando en la mano, meditaba por donde empezar mi faena.


—Tu abuelo fue siempre un hippie allá abajo —comentaba aveces burlonamente la abuela refiriéndose al pubis del abuelo—, hasta el día en que nos casamos.


—¿Será que inicio desde arriba o más bien desde abajo... o lo dejo para otro día? —cavilé un rato, sin decidirme a iniciar el harakiri.


—¡Bueno, ya basta ! —pensé en voz alta, disponiéndome por fin a comenzar. 


Como carnicero pelando puerco (cerdo) emprendí la faena; con una mano apartaba todo el paquete —chacaras y miembro—, y con la otra lanzaba la afeitadora con habilidad y un poco de fuerza hacia los pelos indómitos que se negaban a dejarse cortar. De vez en cuando, algún rebelde sin causa, se aferraba a los lados de la cuchilla, resistiéndose al embate de la filosa cuchilla, logrando hacerme brincar de dolor, al ser halado inmisericordemente por esta, para finalmente ser arrancado de raíz.


Fue media hora de viacrucis, al perder el filo rápidamente la guillotina de vellos. Aunque esto valía la pena, ya que mi novia, virgen, esperaba impaciente, mi llegada para el encuentro programado. Sería nuestra primera vez, también yo era célibe en estas cosas. 


Estuvimos preparando todo con discreción, para que nada saliera mal. Ella comenzó a tomarse las pastillas para prevenir cualquier embarazo, igualmente se depiló por todos lados para no tener problemas con algún "pendejo" (vello). Nos contaron que una vez, en un encuentro furtivo de dos amantes, uno de estos "pendejos" se atravesó en la entrada y como cuchillo filoso corto al intruso en dos, cuando este de improviso trató de penetrar raudo en su morada. 


Esto nos causaba temor, pero como buenos primíparos osados "moriríamos en el intento". Me molesté varias veces con ella por ser tan chistosa cuando hablábamos de estos asuntos, tal vez por su ignorancia en estos temas, advirtiendo que no quería nada de comentarios burlones para ese día.


Y así fue, después de terminar de podar todo el bosque hasta dejarlo como un desierto, me vestí y dirigí presuroso a su encuentro. En el nido de amor acordado.


Para terminar el cuento, aquel encuentro pactado para que nada fallara, acabó inesperadamente mal. Todavía es la hora en que ella se ríe sin parar al contarle a sus amigas. Las carcajadas de mi bella novia se volvieron incontrolables al mirar mis pelotas al aire, sin el pelambre que las cubría, luego de desnudarme en silencio frente a sus narices. Lo único que ella recordaba de estas hasta ese momento, fue cuando en un descuido me fisgoneó en el baño de su casa al abrir de improviso la puerta equivocadamente y fotografiarlas en su mente, con su inocencia de mujer inmaculada. Jamás imaginó que al rasurarme las vería tan enormes, negras, largas y cómicas, como dos micos gordos, jugando trepados en un palo de coco.


Fue tanta la pena y vergüenza experimentada en ese instante, que mi cuerpo no levantó "cabeza" para nada en todo el tiempo restante que permaneció allí, sintiendo sus imperturbables carcajadas.


Este fue el Karma de la afeitada de las huevas que me persiguió por mucho tiempo, hasta que una tarde triste y apocado le conté a mi abuelo, y el como hombre de experiencia muy sabio, riéndose entre dientes, mirando a la abuela dijo: "La que ha buen palo se arrima, buenas huevas, así sean peladas la cobijan".






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Comentario a un articulo realizado por Ivan Bernal Marin  en su columna VERGONYMOUS en Blogueros SoHo.com.co
http://comunidad.soho.com.co/t5/VERGONYMOUS/El-karma-de-afeitarse-las-huevas-I/ba-p/4281

martes, 1 de noviembre de 2011

Reflexion sobre los vibradores

Desde los tiempos remotos, en donde el ser humano sintió la necesidad de aparearse, creo que existen los consoladores o vibradores. Me imagino a las mujeres de las cavernas, solas, esperando a su hombre que sale a cazar por varios días; con esas ganas salvajes de aparearse y no encontrar con quien; buscando algo con que matarse los deseos ocultos de su sexo indómito; mirando con picardía todo objeto que se asemejase al falo de su macho; tal vez, encontrando en un banano, el instrumento adecuado a sus pretensiones.


Meditando con un poco de malicia indígena, pienso que los hombres también tuvieron su consolador; a lo mejor una dinosauria en etapa de crecimiento (bajita para sus pretensiones), sin dientes, sin garras, sin esa cola larga que distinguió a esta antepasada ancestral de las solípedas; imaginen al típico costeño mamaburra (con perdón de alguno de mis paisanos), con un mes de no ver carne para llevar a casa —caverna—, y sin mujer a su lado para pasar las calenturas ocasionales propias del deseo humano; y se encuentra con la María Casquitos —la burra, en este caso la dinosauria— en su camino; en ese momento, supongo, nació la idea futura de crear las muñecas inflables.


Por otro lado, pienso en mi abuela, doña muy picara y fábrica imparable de dieciocho tíos y tías, que viendo este invento moderno para la satisfacción de la mujer, seguro me diría en voz baja: "mijo, y eso con que se come?..."






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