Emulando a Ivan, recuerdo el día en que, solo en el baño, desnudo, mirando hacia abajo, donde se erigía oronda la fábrica de pela'os (muchachos), con la melena del pubis parecida a la cabellera del astro del fútbol el Pibe Valderrama, adornando las pelotas en la parte de arriba. Observé ensimismado como se veían bacanas (estupendas) las huevas (testículos) camufladas en medio de la selva de pelos naturales.
Con la máquina de afeitar amenazando en la mano, meditaba por donde empezar mi faena.
—Tu abuelo fue siempre un hippie allá abajo —comentaba aveces burlonamente la abuela refiriéndose al pubis del abuelo—, hasta el día en que nos casamos.
—¿Será que inicio desde arriba o más bien desde abajo... o lo dejo para otro día? —cavilé un rato, sin decidirme a iniciar el harakiri.
—¡Bueno, ya basta ! —pensé en voz alta, disponiéndome por fin a comenzar.
Como carnicero pelando puerco (cerdo) emprendí la faena; con una mano apartaba todo el paquete —chacaras y miembro—, y con la otra lanzaba la afeitadora con habilidad y un poco de fuerza hacia los pelos indómitos que se negaban a dejarse cortar. De vez en cuando, algún rebelde sin causa, se aferraba a los lados de la cuchilla, resistiéndose al embate de la filosa cuchilla, logrando hacerme brincar de dolor, al ser halado inmisericordemente por esta, para finalmente ser arrancado de raíz.
Fue media hora de viacrucis, al perder el filo rápidamente la guillotina de vellos. Aunque esto valía la pena, ya que mi novia, virgen, esperaba impaciente, mi llegada para el encuentro programado. Sería nuestra primera vez, también yo era célibe en estas cosas.
Estuvimos preparando todo con discreción, para que nada saliera mal. Ella comenzó a tomarse las pastillas para prevenir cualquier embarazo, igualmente se depiló por todos lados para no tener problemas con algún "pendejo" (vello). Nos contaron que una vez, en un encuentro furtivo de dos amantes, uno de estos "pendejos" se atravesó en la entrada y como cuchillo filoso corto al intruso en dos, cuando este de improviso trató de penetrar raudo en su morada.
Esto nos causaba temor, pero como buenos primíparos osados "moriríamos en el intento". Me molesté varias veces con ella por ser tan chistosa cuando hablábamos de estos asuntos, tal vez por su ignorancia en estos temas, advirtiendo que no quería nada de comentarios burlones para ese día.
Y así fue, después de terminar de podar todo el bosque hasta dejarlo como un desierto, me vestí y dirigí presuroso a su encuentro. En el nido de amor acordado.
Para terminar el cuento, aquel encuentro pactado para que nada fallara, acabó inesperadamente mal. Todavía es la hora en que ella se ríe sin parar al contarle a sus amigas. Las carcajadas de mi bella novia se volvieron incontrolables al mirar mis pelotas al aire, sin el pelambre que las cubría, luego de desnudarme en silencio frente a sus narices. Lo único que ella recordaba de estas hasta ese momento, fue cuando en un descuido me fisgoneó en el baño de su casa al abrir de improviso la puerta equivocadamente y fotografiarlas en su mente, con su inocencia de mujer inmaculada. Jamás imaginó que al rasurarme las vería tan enormes, negras, largas y cómicas, como dos micos gordos, jugando trepados en un palo de coco.
Fue tanta la pena y vergüenza experimentada en ese instante, que mi cuerpo no levantó "cabeza" para nada en todo el tiempo restante que permaneció allí, sintiendo sus imperturbables carcajadas.
Este fue el Karma de la afeitada de las huevas que me persiguió por mucho tiempo, hasta que una tarde triste y apocado le conté a mi abuelo, y el como hombre de experiencia muy sabio, riéndose entre dientes, mirando a la abuela dijo: "La que ha buen palo se arrima, buenas huevas, así sean peladas la cobijan".
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Comentario a un articulo realizado por Ivan Bernal Marin en su columna VERGONYMOUS en Blogueros SoHo.com.co
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Los sueños son nuestras películas favoritas, porque en ellos podemos ser los protagonistas
jueves, 10 de noviembre de 2011
martes, 1 de noviembre de 2011
Reflexion sobre los vibradores
Desde los tiempos remotos, en donde el ser humano sintió la necesidad de aparearse, creo que existen los consoladores o vibradores. Me imagino a las mujeres de las cavernas, solas, esperando a su hombre que sale a cazar por varios días; con esas ganas salvajes de aparearse y no encontrar con quien; buscando algo con que matarse los deseos ocultos de su sexo indómito; mirando con picardía todo objeto que se asemejase al falo de su macho; tal vez, encontrando en un banano, el instrumento adecuado a sus pretensiones.
Meditando con un poco de malicia indígena, pienso que los hombres también tuvieron su consolador; a lo mejor una dinosauria en etapa de crecimiento (bajita para sus pretensiones), sin dientes, sin garras, sin esa cola larga que distinguió a esta antepasada ancestral de las solípedas; imaginen al típico costeño mamaburra (con perdón de alguno de mis paisanos), con un mes de no ver carne para llevar a casa —caverna—, y sin mujer a su lado para pasar las calenturas ocasionales propias del deseo humano; y se encuentra con la María Casquitos —la burra, en este caso la dinosauria— en su camino; en ese momento, supongo, nació la idea futura de crear las muñecas inflables.
Por otro lado, pienso en mi abuela, doña muy picara y fábrica imparable de dieciocho tíos y tías, que viendo este invento moderno para la satisfacción de la mujer, seguro me diría en voz baja: "mijo, y eso con que se come?..."
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Meditando con un poco de malicia indígena, pienso que los hombres también tuvieron su consolador; a lo mejor una dinosauria en etapa de crecimiento (bajita para sus pretensiones), sin dientes, sin garras, sin esa cola larga que distinguió a esta antepasada ancestral de las solípedas; imaginen al típico costeño mamaburra (con perdón de alguno de mis paisanos), con un mes de no ver carne para llevar a casa —caverna—, y sin mujer a su lado para pasar las calenturas ocasionales propias del deseo humano; y se encuentra con la María Casquitos —la burra, en este caso la dinosauria— en su camino; en ese momento, supongo, nació la idea futura de crear las muñecas inflables.
Por otro lado, pienso en mi abuela, doña muy picara y fábrica imparable de dieciocho tíos y tías, que viendo este invento moderno para la satisfacción de la mujer, seguro me diría en voz baja: "mijo, y eso con que se come?..."
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miércoles, 17 de agosto de 2011
Sexo en la Playa
Era domingo. Un día de esos en donde el amor florece a borbotones en cada punto de mi ciudad. Me encontraba con mi novia en la orilla de la playa. No habíamos planeado nada, pero al vernos casi desnudos, ella en bikini y yo en un diminuto pantalón de baño, bastó para que el deseo comenzara a manifestarse en nuestros ojos. La miré y sin decirle nada comprendió mis intenciones. Nos dirigimos al mar y comenzamos a bañarnos muy cerca uno del otro. Mi sexo empezó a pedir auxilio. Ella lo observó y se lanzó presurosa a socorrerlo. Me abrazó y frotó su caliente vulva contra mi palpitante bálano. Mi piel temblaba. Mire hacia todos lados y pude observar que varias jóvenes, a un lado de nosotros, nos observaban con disimulo. Supe que, al igual que yo, estaban ansiosas de ver en que terminaba este encuentro.
Claro, mi falo duro y templado, levantado debajo de mi pantaloneta de baño, había delatado mis pretensiones. Seguí su juego de voyeristas.
Me adentré mas allá, en el mar, donde las olas corrían al lado de mi cintura y sin esconder mis movimientos bajé el brazo y con mi mano alcahueta, saqué mi falo, grueso, largo y sonrojado por la excitación, y lo introduje bruscamente dentro de su húmeda concha, no sin antes haber apartado su tanga, con la punta de este. Ella lanzó un quejido, tan fuerte y sublime que los peces del mar que nadaban en esos momentos alrededor de nosotros, casi se ahogan al aguantar la respiración para ver nuestro espectáculo sin ser detectados. Si, una sinfonía de ires y venires sin tregua, en donde ella clavaba sus uñas en mi espalda y yo la penetraba sin asco. Fueron cinco minutos que parecieron una eternidad. Las hermosas señoritas, o tal vez señoras, que nos observaban solo atinaban a abrir la boca y contemplar incrédulas dicho espectáculo. De vez en cuando, con sevicia y disimulo, sacaba el miembro fuera de las profundidades de aquel mar incauto y como feroz tiburón hambriento y vanidoso, se los mostraba con orgullo. Unas tapaban sus ojos con los dedos, ruborizadas, pero al instante, los quitaban y abrían aún más, para no perder detalle, con la avidez de un neófito periodista que busca sin cansancio, la chiva —noticia— del año.
En el fondo yo reía por aquella extraña situación. Al terminar esa odisea de movimientos subacuáticos, exhale con la fuerza de un ciclista llegado a la cumbre de una montaña, todos mis deseos reprimidos y eyaculé dentro de ella durante cinco minutos más, quedando solo los huesos y la piel de mis deseos ocultos de lujuria en público.
Aquel día, noté que aumentó un poco el número de mis admiradoras secretas, porque las vecinas de mi apartamento son las fans número uno, cuando en las noches de luna llena, los deseos nos invaden dejándonos llevar por nuestras pasiones desbocadas, y convertimos nuestra alcoba en un estadio de fútbol, en donde solo se oyen hurras y vítores a tutiplén pidiendo más, y más goles.
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domingo, 14 de agosto de 2011
¿Cuando realiza el acto, le gusta que su pareja lo masturbe por detrás con el dedo?
Yo respondo con esta anécdota que me ocurrió: Un día de esos, viernes cultural por más señas, en donde las hormonas se alborotan después de pegarnos unas polas o frías como decimos nosotros los caribeños, corrí con mi pareja a un motel. La luna llena, al igual que a los hombres lobos, parecía incitar más mis emociones. Ella, que no se quedaba atrás, era una ninfómana anónima, lo vine a saber mucho tiempo después de casado, cuando, acostado a su lado un día, dándole la espalda por alguna discusión fuerte que habíamos tenido, casi todas por tonterías, ella me dio un codazo y con voz militar, mirándome fijamente, como pelotón de fusilamiento apuntando a su víctima, me dijo: "Peleamos allá afuera, pero aquí en la cama no hemos peleado", y después de este ultimátum, como perro fiel regañado por su amo, me toco acceder a sus pretensiones.
Fueron tres, sin sacarla, eso será otra historia que más adelante les contare, así como lo oyen, para poder dejarla medio satisfecha y yo pudiera dormir; pero sigamos con el cuento que se me hace tarde; los dos ya prendidos y con la hoguera pidiendo más leña, nos enfrascamos, después de pagar por dos horas de celda de aislamiento en aquel hospital para enfermos de sexo, así parecía este sitio de alquiler, en una lucha desigual en donde mi persona era el que hacia todo el gasto físico y mi concubina solo atinaba a gritar: "dale, dale, dale papi dale".
Estando en esos ajetreos, sentí su mano que acaricio mis nalgas, me pareció normal en ese momento, por lo cual, no le preste atención; disfrutaba en el frente de batalla, dándolo todo a brazo partido, estando en estas, sentí que su dedo tocaba las puertas de mi retaguardia y ahí sí, presintiendo su intención, como el enemigo al acecho, que toma impulso para atacar, detuve la batalla, parando toda la fiesta de carnaval y emociones, y con voz agitada y presurosa le dije: "Epaaa..., pa'donde crees que vas?. Ella sin más explicaciones me contó: "Tus amigos me dijeron que a ti cuando hacías el amor, gustabas que te calzaran por detrás con el dedo, por eso quise complacerte", la mentada de madre que les di, aun recuerdo sus carcajadas cuando les narre lo ocurrido, aun retumba en la habitación. Luego de explicarle que mis amigos le habían mamado gallo, y que esos no eran mis gustos, en palabras que no les cuento por lo inerrables que fueron, le pedí que antes de hacer algo raro nuevamente, como eso, me avisara.
Casi que pierde la virginidad ese día mi trasero, aunque sé que tarde o temprano, el examen prostático señalará su suerte.
No sé, pero yo me crié que por esos linderos, las cosas solo salen y no entran, esos son mis gustos. Allá los neófitos en estas materias, cada quien, con sus caprichos, gustos y deseos, siempre para mi, serán muy respetables, aunque, como decía mi abuelo: "Nunca debemos decir, De esta agua no beberé".
Respuesta a una pregunta en Discusiones-SEXO
¿Que le advertiría a un extranjero que llegue a Colombia?
Todo depende del extranjero. Si es gringo: - Ojo con la bareta, que le pueden meter matarratón en vez de marihuana.
Si es filipino: -Pilas con las collares -prostitutas-, que el que da papaya lo pelan -roban-.
Si es italiano: -Las suegras son las que primero debe enamorar.
Si es africano: -Diga que es pariente del Joe para que lo dejen entrar sin problemas en todo lado.
Si es árabe: -Preséntese como petrolero, que aquí le ponen alfombra roja y le presentan a las hijas para el harem.
Si es cubano: -Diga que esta mamado de Fidel, para que no lo extraditen a Venezuela.
Si es brasileño: -Preste un balón y haga varias pinolas —golpear el balón con el pie por debajo sin dejarlo caer— para que no crean que es vendedor de maní.
Si es español: -Anuncie que es amigo de Piqué y todas las viejas querrán salir con usted.
Si es ruso: -Pida hielo, porque si es aquí en la costa lo que va es a mamar calor del bueno.
Si es mexicano: -Tome medallo —ron fabricado en la ciudad de Medellín—, que el tequila es el agua que usamos pa' pasarlo.
Y si es colombiano que viene del extranjero: -Escóndase viejo men, porque aquí lo están buscando por sapo —delator—.
En todo caso, somos buenos anfitriones y recibimos propina, pero, en euros.
Respuesta a una pregunta realizada en Discusiones- TEMAS SOHO
sábado, 13 de agosto de 2011
Zorrillo Yo...?
En un lugar, en una casa, de un barrio de una ciudad que no quiero acordarme, vivía un muchacho que lo tenía todo. Sus padres se esforzaban porque no le faltara nada. Este era bien estudioso, colaborador con sus padres, buen hermano, buen amigo, pero, tenía un detalle en su comportamiento cotidiano, le daba flojera bañarse. Solo, cada cuatro o cinco días lo hacía. Por eso, algunos de sus compañeros lo detectaban apenas entraba a clases - el olor de su cuerpo alborotaba el salón de clases - y uno de ellos lo había bautizado -sin saberlo- como " El Zorrillo".
Este jovenzuelo jamás comprendió - a pesar de que sus compañeros le endilgaban en su cara -el apodo- a cada momento - que era mal recibida su presencia. Se preguntaba a diario el motivo de esta supuesta difamación y había veces en que se sentía aislado del resto de compañeros, y a solas, en silencio, lloraba su incomprensión. Las chicas que conocía y enamoraba, nunca lo llegaron a aceptar como novio, sin darle ninguna explicación. Jamás encontró solución, en su mente, a todo esto. Para él era un fastidio ir a clases y ser vilipendiado por todos. Durante el tiempo que duro con ellos en el bachillerato, cargo con ese viacrucis, de querer ser un amigo normal de todos o un novio fiel de alguna vecinita, pero jamás pudo conseguirlo. Su frustración lo llevo a perder un año escolar, para -al final de cuentas- cambiar de compañeros y aislarse -de todos y todas- en su cuarto.
Treinta años después al tener conciencia de lo acaecido, no pudo hilvanar porque para el -en esa época- había sido normal no bañarse, oler así y no darse cuenta del motivo de su aislamiento.
Leyendo su artículo —Daniel Pardo en Comunidad Soho: Por que no bañarse— comprendo que nosotros mismos somos incapaces de captar nuestro perfume natural, y pensamos que debemos ser aceptados por obligación y sin remilgos -así como olemos- por la sociedad que nos rodea. Usted, pienso -disculpe mi indirecta o tal vez directa-, es, como mi amigo de la historia, y no lo sabe, un "Zorrillo".
Aquí entre nos, el de la historia era " Yo".
Comentario al articulo: Por qué no bañarse. De: Daniel Pardo
¿Sería capaz de actuar en una película porno?
De aceptar lo haría... Pero he ahí el detalle. Con tanta gente mirando lo que uno hace y como lo hace, pienso que sería complicado actuar, para mí no, para el man de abajo. Porque a veces cuando se asusta, se acuesta a dormir y no hay quien lo pare. Esa es la gran diferencia entre los que nacen para ser vistos por muchos en vivo y los que nacemos solo para ser observados en privado por nuestras parejas. Aunque, ya he modelado desnudo ante muchos ojos... Cuando nací -en el hospital- y una vez, cuando salí del baño, al cruzar la sala de la casa -quedaba en medio de todo- se encontraban unas vecinas, amigas de mi hermana, reunidas tirando lengua -chismoseando de todo lo que ocurría en el barrio- y en un descuido, al caminar presuroso, en medio de ellas, la toalla se engarzo en un mueble, deslizándose y dejándome completamente desnudo, con todo lo que Adán escondió debajo de la hoja de parra o seria de plátano, al aire. Aquí, entre nos, la pena para mí fue bien grande, como mi amigo, el cual se encontraba apretujado dentro de la dichosa toalla, pero al caerse, este se levantó más de noventa grados sobre el horizonte, por encontrarme a esa hora bien caliente, recordando una novia muy sensual que iba a visitar. Rememoro, las caras de asombro de todas ellas, con sus ojos desorbitados y sus bocas bien abiertas, como si hubieran visto un fantasma. Algunas que eran, dizque evangélicas -porque para echar cuento no lo parecían- apartaron el rostro, pero mirando de reojo sin pestañear, les oí pedir perdón, pero lo que no se, fue a quien. Las mas avispadas y picaras, se miraron entre ellas, reflejando en su rostro la satisfacción de haber apreciado un bocadillo delicioso, se rieron un poco. Una de ellas -la que parecía más tonta- corrió vertiginosamente hacia la pieza de algodón y desenganchándola, me la dio con amabilidad sin apartar la mirada de mí erguido amigo. Note que a partir de ese día -de casting porno gratuito- se volvieron más asiduas visitantes de mi casa.
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